Han marcado la zona más noble de tu cara con una cruz de ceniza, en el espejo la ves como una raya oscura que te tatúa de manera extraña, es gris, apagada, sin brillo, parece una marca de plomo, una leve sombra aburrida en la frente, es a si por que la penitencia no tiene color.
Hoy ha llovido, mañana también, la ciudad no se ha quitado el gordo chaleco de invierno, la naturaleza no parece que aun se allá despertado del largo letargo.
Sin embargo muy cerca de donde viven los primitivos nazarenos de Sevilla, frente a San Antonio Abab, hay alguien que abre los ojos, es un naranjo, un naranjo que desafiando a los fríos acaba de estallar a la vida, si te acercas la vas a ver.
Tiene una mancha blanca y fragante, que hoy el día de la ceniza nos abre los postigos a esa cuaresma que en Sevilla, es el reino de los colores.
Cuaresma encarnada de doseles, cuaresma rosa de atardecidas, malvas cuando va a llegar la noche, amarilla cuando respira el día, añil oscuro en las madrugadas de ensayo, verdes de ojos de esperanza, sepia de recuerdos, anaranjada, violeta, marfil.
Colores de la cuaresma, llegaran cuando se deshaga la ceniza, día a día irán viniendo para mecer el sueño del naranjo de San Antonio Abad, que hoy nos anuncia que la semana santa se acerca, y lo hace aquí en Sevilla, a golpe de llamador.
Francisco Jose Lopez de Paz
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