sábado, 15 de febrero de 2014

HISTORIA DEL PASO DE PALIO


              
  
El paso de palio es, sin ninguna duda, el elemento del cortejo procesional que más y mejor ha evolucionado.
La primera diferencia, y muy sustancial, se efectúa muy pronto: el palio que, en señal de respeto va detrás del paso del Señor, en el de la Dolorosa se coloca sobre el paso mismo.

Los primeros palios sólo tienen cuatro varales (hoy nos parecen templetes), después tienen seis, ocho... hasta llegar a los doce que tienen en la actualidad.
La iluminación de la imagen también ha cambiado sustancialmente; de los dos o cuatro faroles de un principio a la candelería actual hay un gran camino recorrido; y cada etapa es un alarde de imaginación y de buen gusto.
El último elemento que se le incorpora al paso de palio, y el más genial, es el candelabro de cola; fue en los primeros años de nuestro siglo.
Hoy los candelabros de cola nos parecen indispensables, y nos dan la sensación que siempre estuvieron ahí, pese a la poca vida que le auguraron los inmovilistas de entonces.

El palio en sí, tiene un origen muy remoto, parece que se debe su nacimiento a la necesidad de proteger de la lluvia y del sol a personas importantes, identificándose enseguida con la jerarquía y quedando convertido en un símbolo de ésta.
Existen pinturas del siglo XV y del XVI en las que se observan procesiones eucarísticas, en las cuales el sacerdote lleva la sagrada Eucaristía bajo la protección del Papa, sin embargo, no se conservan, de aquella época, imágenes de la Virgen con este dosel en sus andas.



El Paso de Palio nace en Sevilla y el primer documento gráfico de su utilización nos lo da la Hermandad del Silencio en un grabado antiguo que data de 1611. La primera cofradía en utilizar el Palio adosado a un paso fue, según la tradición, la Soledad de San Lorenzo, y de ello nos da fe el historiador Bermejo en 1882, contándonos que en 1610, la cofradía estaba costeando el bordado del Palio.
Como dato curioso hay que decir que en la actualidad efectúa su estación de penitencia a la Catedral la tarde del Sábado Santo sin Palio. El último rasgo que le queda de haber sido la primera cofradía de Sevilla en llevar un Paso de Palio es la candelería de plata que luce en la delantera de su magnífico paso dorado.
Tras los primeros y añejos Palios, éstos han tenido una espectacular evolución a lo largo de los siglos hasta llegar a su portentosa configuración actual.

No podemos dejar de mencionar como figura destacada y fundamental de esta evolución al bordador y diseñador sevillano D. Juan Manuel Rodríguez Ojeda, que desarrolló sus ideas a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, principalmente en la inigualable Hermandad de la Macarena.
La introducción del Palio en los Pasos de Vírgenes sevillanas, y como todo cambio que se produce en un mundo tan tradicionalista como es el de las cofradías, no fue unánimemente aceptado.
Aunque hoy en día nos pueda parecer extraño este rechazo. Así en el siglo XVII el Abad Gordillo, a pesar de que no se opone frontalmente, valora el uso del Palio excesivo en las Dolorosas, y considera que su uso debería reservarse exclusivamente para el Santísimo Sacramento.
Tras lo visto, podría pensarse que el uso del Palio en los Pasos de Vírgenes fue un capricho de algún cofrade avezado.
No es así, como la mayoría de las piezas de nuestras cofradía, tiene una simbología muy marcada.

En general podemos decir que, elementos que contemplamos en nuestros pasos van más allá de una mera función decorativa.

Sin ir más lejos, en el Paso de Palio, los doce varales representan a los doce apóstoles; la candelería nos recuerda el pasaje bíblico del Exodo que habla de la zarza que estaba ardiendo y no se consumía, de este modo, la Virgen aparece glorificada ante esa luz que es signo de la presencia salvífica de Dios; las jarras aluden al mundo de lo femenino, es más, la jarra con azucenas se ha convertido, iconográficamente, en el emblema mariano por excelencia.
Ya se ha visto que el paso de misterio es labor del tallista y del dorador, pese a todas las variantes y excepciones que hay en la actualidad.
Y es labor del orfebre y del bordador el paso de palio. En él se pueden distinguir y estudiar las siguientes partes: la parihuela, los respiraderos y los faldones; los varales, el palio y las caídas de este. Muchos, a las caídas del palio les dicen bambalinas.
Sobre el tablero o parte superior de la parihuela va la candelería, las jarras, la peana para la imagen y los candelabros de cola.
Después está la imagen venera y el llamador; dos piezas de orfebrería que siempre son perfectamente concebidas y acabadas.
Pienso que el manto de la Virgen es más una parte del paso que una prenda de la imagen; a favor de esta idea está que para el palio y el manto se buscan los mismos colores, diseños y técnicas.

Hay otro dato a favor de esta teoría: cuando una hermandad vende o compra a otra enseres, el manto y el palio forman un solo lote.
El orfebre será el autor de los varales, la candelería, la peana de la imagen, los candelabros de cola, las jarras, la imagen venera, el llamador... el bordador realizará el techo del palio, el manto, los faldones... quedan por realizar los respiraderos y las caídas del palio que pueden ser obras tanto del orfebre como del bordador.

La riqueza y profusión de bordados se han convertido en la norma general y en conjunción con los del manto, forman una parte esencial de ese estilo andaluz que singulariza a la imagen en la calle.
El bordado no cubría la superficie de la prenda sino que se distribuía como motivo único repetido o como adorno en el borde y podía ser de manufactura de plata, oro y sedas.
La cara interior del palio o cielo, además de bordada puede ir decorada con un medallón central con el Espíritu Santo, motivos marianos o el escudo de la corporación (la gloria). El material empleado es el terciopelo.
A mediados del XIX y, coincidiendo con la recuperación y redefinición de la fiesta, el cada vez mayor sentido festivo del palio se plasmó en una evolución de los modelos barrocos y en una revitalización de técnicas como la del bordado a realce que, por costosas, podemos imaginar no pudieron permitirse muchas hermandades en tiempos de crisis.

D. Antonio Canto, profesor de la Escuela de Bellas Artes y diseñador habitual de sus trabajos, debió influir en la introducción de variantes sobre los esquemas del XVII, como el uso de motivos únicos o figuras heráldicas, con amplios espacios sin cubrir y festón con fleco dorado rematado el paño, terminado en línea recta u ondulada.
Los dibujos se distribuían de forma asimétrica sobre terciopelo pero con su posterior agrandamiento el bordado ocupó superficie cada vez mayores.

A finales del pasado siglo predominaban en el diseño flores y hojas espinosas de gran tamaño, con un fuerte naturalismo en el trazado.
D. Juan Manuel Rodríguez Ojeda, aportó una distribución simétrica que ocupaba la superficie completa de la tela formando exornos circulares. Esta concepción espacial tuvo una importante consecuencia en la escenografía del paso.
Ya sabemos cómo fue la evolución de los respiraderos en el paso de misterio.
En el paso de palio siguieron el mismo camino y casi al mismo tiempo. Y hay que reconocer unas pequeñas diferencias, y no por culpa de los que diseñan sino por la importancia que tienen los faldones en el paso de palio.
Cuando en los respiraderos el borde inferior deja de ser paralelo, y comienza a ondularse, quebrarse, llenarse de caireles, pinjantes y formar mil filigranas, en algunos pasos de misterio llegan los respiraderos casi hasta los zancos.
Esto no tiene importancia, puesto que los faldones del paso de misterio no se bordan.

En el paso de palio los faldones están bordados o se piensan bordar, y siempre tienen unos preciosos broches que van a impedir que los respiraderos bajen tanto como en los pasos de misterio.
En el faldón delantero, hojas de acanto, flores y frutas forman un marco o medallón; en los costados los medallones son tres.
Y sabemos que, en el paso de palio, el faldón de la trasera no existe, pues el manto llega hasta el suelo.



Dentro de cada medallón, se representa, bordado con sedas de colores, al titular del templo donde radica la Hermandad, algunos momentos de la Vida de la Virgen, y es muy frecuente que, si los medallones son siete, sean los Dolores de la Virgen el tema elegido.



Las primitivas andas en los pasos de misterio evolucionan y son las canastillas actuales, en los pasos de palio la evolución se hace a la inversa y se convertirán en los respiraderos; a menos que la peana de la imagen se considere una reminiscencia de las primitivas andas y no un elemento nuevo que nace al mismo tiempo que la candelería.
La progresiva estilización de los motivos deja ver la influencia del decorativismo modernistas, habitual en objetos de uso diario, y que lógicamente debió influir en una persona de la sensibilidad de Ojeda.
La evolución desde un palio clásico, como el del año 1891, al año 1902, señala la consolidación de la influencia modernista.
El modernismo, un estilo artístico que ve la luz en las artes ornamentales y aplicadas en su sentido más amplio, ilustra la idea de confort y lujo de las clases altas de las ciudades.
Este grupo social determinó la aparición de una moda que se plasmó en la procesión, sobre todo en las labores de orfebrería y bordados.
Otra invocación importante de Ojeda, en el año 1908 donde utilizó la bambalina calada el bordado sobre malla y los flecos de madroños en lugar del simple festón que contorneaba el palio. De este modo se insistía en la movilidad del dosel con lo que se facilita la introducción del propio entorno la luz, los contornos urbanos en la contemplación de la imagen.



La importancia del bordado en el paso de palio se justifica y entiende a partir de la consolidación de un estilo cofrade sevillano que afecta de manera simultánea a todos los elementos del paso, pero muy en especial a los del de Virgen.

La abundancia y profusión de los bordados a realce, el barroco, de motivos estilizados, y la introducción progresiva de los bordados de figura y el milanás una versión del anterior con tratamiento de hilos de seda y oro en el dibujo marca la producción de los años cuarenta con un nombre tan significativo como Esperanza Elena Caro.

La línea así definida ha caracterizado las producciones de los últimos años de los diversos artistas que se han formado en los talleres ya mencionados.

Así el de Guillermo Carrasquilla o los conventos de Santa Isabel y Trinitarias realizan, aparte de los nuevos trabajos, una labor de conservación en el pase a nuevos terciopelos de las creaciones que desde mediados de la centuria pasada constituyen uno de los aspectos más llamativos de la artesanía cofradiera.
Los varales dividen la superficie del paño en unidades con caídas en punta que dan la sensación de un tejido de extraordinaria riqueza pero también de extrema movilidad, capaz de visualizar la conjunción de música y movimiento de las andas.
Los varales, aparte del número, fueron cuatro y ahora son doce, también han cambiado mucho en su aspecto y en el acabado. Los varales de principio de siglo tenían unos basamentos muy simples, si es que los tenían.
Resultaban sumamente lujosos, los basamentos se arriostraban con unos cartabones curvilíneos, parecían unos contrafuertes; y como casi llegaban a unirse, también parecían barandillas góticas; del mismo estilo eran los respiraderos.
Los tubos eran todos muy delgados y lisos. Destacaban los que tenían muchas macollas; lo cual hacia que los tramos de los tubos fueran más cortos, y parecieran más ricos y muchos más gruesos. Y siempre se remataban con una perilla.

A mediados de los años cuarenta comenzó a cuidarse mucho todos los elementos de los pasos. Y en el de palio fue donde se dieron los mejores ejemplos. Cada pieza, cada elemento de esa pieza, se estudiaba y se realizaba como si fuera pieza única, independiente, y para una vitrina.
En estos años comenzaron a cincelarse o repujarse los tubos. Las macollas se convirtieron en elementos tan importantes como los basamentos. Y para los basamentos cada Hermandad exigía de los orfebres más atrevimiento y mucha originalidad. En cuanto a los remates nadie quería perillas; y aparecieron sobre los varales jarros, ángeles, escudos...
Pese a todo, debemos reconocer que los varales sólo son el soporte de otra parte del paso. De una parte sorprendente y muy original, que le da nombre a todo el conjunto, el palio.
Los candelabros de cola, la peana, el llamador... su evolución es poco notoria. Las peanas son más ricas y los candelabros de cola son tan recientes que más que evolución sólo se puede hablar de riqueza en la ejecución.
Sobre la mesa del paso, inmediatamente detrás del llamador y en medio de la primera fila de la candelería, hay una imagen pequeña.

Está realizada en marfil, maderas exóticas, metales preciosos o con una combinación armónica de estos materiales.
La calidad de la ejecución va pareja con la de la materia prima. La advocación y hechura de la imagen puede ser una reproducción de la Patrona de la Diócesis o de la Ciudad, o del titular del templo donde radica la Hermandad.
También puede ser reproducción de la imagen titular de otra cofradía con la que esta tiene "Carta de Hermandad".
En algunos casos representa al fundador de la orden o de la congregación sin la ayuda de la cual la cofradía habría desaparecido o nunca hubiera existido: esto es la Imagen Venera.
A las imágenes de las Dolorosas las suelen vestir con su mejor saya para el altar de cultos, el besamanos y el paso; en estas tres ocasiones la saya y el manto serán del color que ha impuesto la tradición o la advocación.
Con saya y manto blanco, o saya blanca y manto celeste, se viste a la imagen para el mes de mayo y para el día de la Inmaculada
Concepción.

Y la Virgen está en el camarín con saya y manto negro durante todo el mes de noviembre.
Vestir a la Virgen toda de negro, de luto, parece que se hizo por primera vez en Sevilla; y fue a la Macarena, cuando el toro Bailaor mató a Joselito el Gallo.

Algunas hermandades también visten a la Virgen de Hebrea durante la Cuaresma; entonces el rostrillo no será de encajes ni el cinturón tendrá bordado sino que este y aquel serán de una tela con rayas de vivos colores, y también se le sustituye la corona por una diadema o por un aro con doce estrellas.
Cuando se viste a la imagen, se cierra el templo o la capilla, y quedan sólo el vestidor y la imagen. Algunos inician el trabajo con una oración, y mientras dura éste, mantienen encendidos dos cirios junto a la Virgen.
Esta lógica reserva hace que sean muy pocas las personas que hayan visto y sepan como se viste una Dolorosa.
También se realiza a puerta cerrada la colocación de la cera; ahora no será por respeto, será para evitar distracciones.
La cera o candelería de un paso está compuesta por unas cien piezas.
Los candeleros se colocan formando dos grupos, dejando en el centro un espacio libre, la calle, para que se vea bien la imagen y su saya.
Es lógico que los candeleros pequeños están en la primera fila y los grandes, en la última; la última fila suele tener tres candeleros, o sea, que muy cerca de la Virgen quedan tres cirios a cada lado. Estos suelen medir un metro de alto y tener cinco centímetro de diámetro.
Los cirios de la primera fila miden veinticinco o treinta centímetros y su diámetro suele ser de 25 milímetros.
Es muy frecuente que el total de las piezas se coloquen formando ocho filas, de manera escalonada.
Cada paso tiene su forma o estilo de colocar los candeleros, aunque a primera vista nos parezca que todos los pasos llevan la cera igual. Y para colocar la cera se necesitan cinco o seis personas.
Primero, los cirios se colocan sobre el suelo, bien extendidos, por tamaños y filas, quedando los más grandes los primeros, pues son los que antes se colocan.
Con un pequeño hornillo de gas o eléctrico, y en un recipiente adecuado, se derrite alguna cera de la que sobró del altar de cultos o del besamanos.

Cuando está liquida, y con un cazo pequeño, se vierte un poco en el cubillo del candelero, se coloca el cirio, y antes de que se solidifique la cera y quede fijo, el cirio debe quedar completamente a plomo.
Para ello se necesitan cuatro personas: la que está encima del paso y coloca el cirio, y tres más; una estar frente al paso y las otras dos una a cada costado.
Estarán retiradas, para tener la tener la suficiente perspectiva y le irán indicando al que está encima del paso hacia dónde tiene que echar el cirio para que quede derecho.

Las indicaciones se hacen tomando como referencia un lugar concreto del templo. Nadie dice "échalo para la izquierda", "para la derecha"; será : "tira pá el púlpito", "pá el reloj"... y así uno tras otro hasta colocarlos todos.
Los pasos de palio de los años cuarenta se diferenciaban de los actuales por la candelería; tenían menos candeleros y los cirios eran más cortos. La diferencia mayor estaba en las flores: En las primeras décadas de nuestro siglo las jarras eran muy altas, sin repujar ni cincelar, recordaban muchísimo a las ánforas romanas; y una misma jarra podía llevar margaritas, calas, rosas, alhelíes... y no había mucha preocupación por la forma del ramo no por el colorido del conjunto.
En los pasos de misterios, los lirios eran la flor más frecuente.
A finales de los años cuarenta las jarras tienen un cuerpo o perfil más chato (con mucha panza y poco fuste), toda la superficie se repuja y cincela con gallones, perlas, cartelas, el escudo de la Hermandad... y para esto se toma como modelo una pieza antigua o se decoran a juego con los respiraderos o con el basamento de los varales.

Las flores se colocan cuidando que el ramo forme una bola o piña y todo se hará con un solo tipo de flor: claveles, rosas, alhelíes... y se ha llegado a tal punto de celo que ahora un tipo de flor o su color está asociado con este paso o aquél.
Así, las orquídeas, las rosas, los claveles blancos, lleva las piñas hecha con claveles blancos y alhelíes del mismo color.
Más recientemente se ha puesto de moda colocar en las esquinas del paso y directamente sobre el tablero, grandes ramos de flores que cuelgan sobre los respiraderos.
A San Fernando el primer Paso de Palio llegó en 1941 para cobijar a la Virgen de las Lágrimas de la Hermandad de Las Columnas, en sustitución del templete.

Tras lo visto, creo que la Virgen luce el Palio con todo honor y merecimiento. Así cuando vemos una cofradía en la calle, primero contemplamos el Paso de Cristo, sumido en una dulce penumbra, es la imagen misma de la humillación y del dolor. Y tras él llega la Virgen María, Madre de Dios y nuestra, en su Paso de Palio resplandeciente de luz, es reflejo de esperanza y de la Resurrección.
En Andalucía la Pasión se celebra, podríamos decir, según Santa María.
Los cofrades lo consideran los padecimientos de nuestro Redentor a través del corazón traspasado de la Corredentora. La expresión de las Dolorosas dan la versión maternal y emocionada del misterio representado en el Paso de Cristo.
Por tanto, cuando salgamos a la calle y veamos un Paso de Palio meditemos sobre quién es la que nos sale al paso, lo que sacrificó, lo que padeció y sufrió siempre en silencio. Y a los cofrades que trabajan por las cofradías que cuando se propongan sacar un Paso de Palio a la calle que se esfuercen al máximo y lo hagan de manera digna y decorosa, ya que Ella se merece todo eso y más. 

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