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El paso de palio es, sin ninguna duda, el elemento del cortejo
procesional que más y mejor ha evolucionado.
La primera diferencia, y muy sustancial, se efectúa muy pronto: el palio
que, en señal de respeto va detrás del paso del Señor, en el de la Dolorosa
se coloca sobre el paso mismo.
Los primeros palios sólo tienen cuatro varales (hoy nos parecen templetes),
después tienen seis, ocho... hasta llegar a los doce que tienen en la
actualidad.
La iluminación de la imagen también ha cambiado sustancialmente; de los dos
o cuatro faroles de un principio a la candelería actual hay un gran camino
recorrido; y cada etapa es un alarde de imaginación y de buen gusto.
El último elemento que se le incorpora al paso de palio, y el más genial,
es el candelabro de cola; fue en los primeros años de nuestro siglo.
Hoy los candelabros de cola nos parecen indispensables, y nos dan la
sensación que siempre estuvieron ahí, pese a la poca vida que le auguraron
los inmovilistas de entonces.
El palio en sí, tiene un origen muy remoto, parece que se debe su
nacimiento a la necesidad de proteger de la lluvia y del sol a personas
importantes, identificándose enseguida con la jerarquía y quedando
convertido en un símbolo de ésta.
Existen pinturas del siglo XV y del XVI en las que se observan procesiones
eucarísticas, en las cuales el sacerdote lleva la sagrada Eucaristía bajo
la protección del Papa, sin embargo, no se conservan, de aquella época,
imágenes de la Virgen con este dosel en sus andas.
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El Paso de Palio nace en Sevilla y el primer documento gráfico de su
utilización nos lo da la Hermandad del Silencio en un grabado antiguo que
data de 1611. La primera cofradía en utilizar el Palio adosado a un paso
fue, según la tradición, la Soledad de San Lorenzo, y de ello nos da fe el
historiador Bermejo en 1882, contándonos que en 1610, la cofradía estaba
costeando el bordado del Palio.
Como dato curioso hay que decir que en la actualidad efectúa su estación de
penitencia a la Catedral la tarde del Sábado Santo sin Palio. El último
rasgo que le queda de haber sido la primera cofradía de Sevilla en llevar
un Paso de Palio es la candelería de plata que luce en la delantera de su
magnífico paso dorado.
Tras los primeros y añejos Palios, éstos han tenido una espectacular
evolución a lo largo de los siglos hasta llegar a su portentosa
configuración actual.
No podemos dejar de mencionar como figura destacada y fundamental de esta
evolución al bordador y diseñador sevillano D. Juan Manuel Rodríguez Ojeda,
que desarrolló sus ideas a finales del siglo XIX y principios del siglo XX,
principalmente en la inigualable Hermandad de la Macarena.
La introducción del Palio en los Pasos de Vírgenes sevillanas, y como todo
cambio que se produce en un mundo tan tradicionalista como es el de las
cofradías, no fue unánimemente aceptado.
Aunque hoy en día nos pueda parecer extraño este rechazo. Así en el siglo
XVII el Abad Gordillo, a pesar de que no se opone frontalmente, valora el
uso del Palio excesivo en las Dolorosas, y considera que su uso debería
reservarse exclusivamente para el Santísimo Sacramento.
Tras lo visto, podría pensarse que el uso del Palio en los Pasos de
Vírgenes fue un capricho de algún cofrade avezado.
No es así, como la mayoría de las piezas de nuestras cofradía, tiene una
simbología muy marcada.
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En general podemos decir que, elementos que contemplamos en nuestros
pasos van más allá de una mera función decorativa.
Sin ir más lejos, en el Paso de Palio, los doce varales representan a los
doce apóstoles; la candelería nos recuerda el pasaje bíblico del Exodo que
habla de la zarza que estaba ardiendo y no se consumía, de este modo, la
Virgen aparece glorificada ante esa luz que es signo de la presencia
salvífica de Dios; las jarras aluden al mundo de lo femenino, es más, la
jarra con azucenas se ha convertido, iconográficamente, en el emblema
mariano por excelencia.
Ya se ha visto que el paso de misterio es labor del tallista y del dorador,
pese a todas las variantes y excepciones que hay en la actualidad.
Y es labor del orfebre y del bordador el paso de palio. En él se pueden
distinguir y estudiar las siguientes partes: la parihuela, los respiraderos
y los faldones; los varales, el palio y las caídas de este. Muchos, a las
caídas del palio les dicen bambalinas.
Sobre el tablero o parte superior de la parihuela va la candelería, las
jarras, la peana para la imagen y los candelabros de cola.
Después está la imagen venera y el llamador; dos piezas de orfebrería que
siempre son perfectamente concebidas y acabadas.
Pienso que el manto de la Virgen es más una parte del paso que una prenda
de la imagen; a favor de esta idea está que para el palio y el manto se
buscan los mismos colores, diseños y técnicas.
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Hay otro dato a favor de esta teoría: cuando una hermandad vende o
compra a otra enseres, el manto y el palio forman un solo lote.
El orfebre será el autor de los varales, la candelería, la peana de la
imagen, los candelabros de cola, las jarras, la imagen venera, el
llamador... el bordador realizará el techo del palio, el manto, los
faldones... quedan por realizar los respiraderos y las caídas del palio que
pueden ser obras tanto del orfebre como del bordador.
La riqueza y profusión de bordados se han convertido en la norma general y
en conjunción con los del manto, forman una parte esencial de ese estilo
andaluz que singulariza a la imagen en la calle.
El bordado no cubría la superficie de la prenda sino que se distribuía como
motivo único repetido o como adorno en el borde y podía ser de manufactura
de plata, oro y sedas.
La cara interior del palio o cielo, además de bordada puede ir decorada con
un medallón central con el Espíritu Santo, motivos marianos o el escudo de
la corporación (la gloria). El material empleado es el terciopelo.
A mediados del XIX y, coincidiendo con la recuperación y redefinición de la
fiesta, el cada vez mayor sentido festivo del palio se plasmó en una
evolución de los modelos barrocos y en una revitalización de técnicas como
la del bordado a realce que, por costosas, podemos imaginar no pudieron
permitirse muchas hermandades en tiempos de crisis.
D. Antonio Canto, profesor de la Escuela de Bellas Artes y diseñador
habitual de sus trabajos, debió influir en la introducción de variantes
sobre los esquemas del XVII, como el uso de motivos únicos o figuras
heráldicas, con amplios espacios sin cubrir y festón con fleco dorado
rematado el paño, terminado en línea recta u ondulada.
Los dibujos se distribuían de forma asimétrica sobre terciopelo pero con su
posterior agrandamiento el bordado ocupó superficie cada vez mayores.
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A finales del pasado siglo predominaban en el diseño flores y hojas
espinosas de gran tamaño, con un fuerte naturalismo en el trazado.
D. Juan Manuel Rodríguez Ojeda, aportó una distribución simétrica que
ocupaba la superficie completa de la tela formando exornos circulares. Esta
concepción espacial tuvo una importante consecuencia en la escenografía del
paso.
Ya sabemos cómo fue la evolución de los respiraderos en el paso de
misterio.
En el paso de palio siguieron el mismo camino y casi al mismo tiempo. Y hay
que reconocer unas pequeñas diferencias, y no por culpa de los que diseñan
sino por la importancia que tienen los faldones en el paso de palio.
Cuando en los respiraderos el borde inferior deja de ser paralelo, y
comienza a ondularse, quebrarse, llenarse de caireles, pinjantes y formar
mil filigranas, en algunos pasos de misterio llegan los respiraderos casi
hasta los zancos.
Esto no tiene importancia, puesto que los faldones del paso de misterio no
se bordan.
En el paso de palio los faldones están bordados o se piensan bordar, y
siempre tienen unos preciosos broches que van a impedir que los
respiraderos bajen tanto como en los pasos de misterio.
En el faldón delantero, hojas de acanto, flores y frutas forman un marco o
medallón; en los costados los medallones son tres.
Y sabemos que, en el paso de palio, el faldón de la trasera no existe, pues
el manto llega hasta el suelo.
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Dentro de cada medallón, se representa, bordado con sedas de colores,
al titular del templo donde radica la Hermandad, algunos momentos de la
Vida de la Virgen, y es muy frecuente que, si los medallones son siete,
sean los Dolores de la Virgen el tema elegido.
Las primitivas andas en los pasos de misterio evolucionan y son las
canastillas actuales, en los pasos de palio la evolución se hace a la
inversa y se convertirán en los respiraderos; a menos que la peana de la
imagen se considere una reminiscencia de las primitivas andas y no un
elemento nuevo que nace al mismo tiempo que la candelería.
La progresiva estilización de los motivos deja ver la influencia del
decorativismo modernistas, habitual en objetos de uso diario, y que
lógicamente debió influir en una persona de la sensibilidad de Ojeda.
La evolución desde un palio clásico, como el del año 1891, al año 1902,
señala la consolidación de la influencia modernista.
El modernismo, un estilo artístico que ve la luz en las artes ornamentales
y aplicadas en su sentido más amplio, ilustra la idea de confort y lujo de
las clases altas de las ciudades.
Este grupo social determinó la aparición de una moda que se plasmó en la
procesión, sobre todo en las labores de orfebrería y bordados.
Otra invocación importante de Ojeda, en el año 1908 donde utilizó la
bambalina calada el bordado sobre malla y los flecos de madroños en lugar
del simple festón que contorneaba el palio. De este modo se insistía en la
movilidad del dosel con lo que se facilita la introducción del propio
entorno la luz, los contornos urbanos en la contemplación de la imagen.
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La importancia del bordado en el paso de palio se justifica y entiende
a partir de la consolidación de un estilo cofrade sevillano que afecta de
manera simultánea a todos los elementos del paso, pero muy en especial a
los del de Virgen.
La abundancia y profusión de los bordados a realce, el barroco, de motivos
estilizados, y la introducción progresiva de los bordados de figura y el
milanás una versión del anterior con tratamiento de hilos de seda y oro en
el dibujo marca la producción de los años cuarenta con un nombre tan
significativo como Esperanza Elena Caro.
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La línea así definida ha caracterizado las producciones de los últimos
años de los diversos artistas que se han formado en los talleres ya
mencionados.
Así el de Guillermo Carrasquilla o los conventos de Santa Isabel y
Trinitarias realizan, aparte de los nuevos trabajos, una labor de
conservación en el pase a nuevos terciopelos de las creaciones que desde
mediados de la centuria pasada constituyen uno de los aspectos más
llamativos de la artesanía cofradiera.
Los varales dividen la superficie del paño en unidades con caídas en punta
que dan la sensación de un tejido de extraordinaria riqueza pero también de
extrema movilidad, capaz de visualizar la conjunción de música y movimiento
de las andas.
Los varales, aparte del número, fueron cuatro y ahora son doce, también han
cambiado mucho en su aspecto y en el acabado. Los varales de principio de
siglo tenían unos basamentos muy simples, si es que los tenían.
Resultaban sumamente lujosos, los basamentos se arriostraban con unos
cartabones curvilíneos, parecían unos contrafuertes; y como casi llegaban a
unirse, también parecían barandillas góticas; del mismo estilo eran los
respiraderos.
Los tubos eran todos muy delgados y lisos. Destacaban los que tenían muchas
macollas; lo cual hacia que los tramos de los tubos fueran más cortos, y
parecieran más ricos y muchos más gruesos. Y siempre se remataban con una
perilla.
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A mediados de los años cuarenta comenzó a cuidarse mucho todos los
elementos de los pasos. Y en el de palio fue donde se dieron los mejores
ejemplos. Cada pieza, cada elemento de esa pieza, se estudiaba y se
realizaba como si fuera pieza única, independiente, y para una vitrina.
En estos años comenzaron a cincelarse o repujarse los tubos. Las macollas
se convirtieron en elementos tan importantes como los basamentos. Y para
los basamentos cada Hermandad exigía de los orfebres más atrevimiento y
mucha originalidad. En cuanto a los remates nadie quería perillas; y
aparecieron sobre los varales jarros, ángeles, escudos...
Pese a todo, debemos reconocer que los varales sólo son el soporte de otra
parte del paso. De una parte sorprendente y muy original, que le da nombre
a todo el conjunto, el palio.
Los candelabros de cola, la peana, el llamador... su evolución es poco
notoria. Las peanas son más ricas y los candelabros de cola son tan
recientes que más que evolución sólo se puede hablar de riqueza en la
ejecución.
Sobre la mesa del paso, inmediatamente detrás del llamador y en medio de la
primera fila de la candelería, hay una imagen pequeña.
Está realizada en marfil, maderas exóticas, metales preciosos o con una
combinación armónica de estos materiales.
La calidad de la ejecución va pareja con la de la materia prima. La
advocación y hechura de la imagen puede ser una reproducción de la Patrona
de la Diócesis o de la Ciudad, o del titular del templo donde radica la
Hermandad.
También puede ser reproducción de la imagen titular de otra cofradía con la
que esta tiene "Carta de Hermandad".
En algunos casos representa al fundador de la orden o de la congregación
sin la ayuda de la cual la cofradía habría desaparecido o nunca hubiera
existido: esto es la Imagen Venera.
A las imágenes de las Dolorosas las suelen vestir con su mejor saya para el
altar de cultos, el besamanos y el paso; en estas tres ocasiones la saya y
el manto serán del color que ha impuesto la tradición o la advocación.
Con saya y manto blanco, o saya blanca y manto celeste, se viste a la
imagen para el mes de mayo y para el día de la Inmaculada
Concepción.
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Y la Virgen está en el camarín con saya y manto negro durante todo el
mes de noviembre.
Vestir a la Virgen toda de negro, de luto, parece que se hizo por primera
vez en Sevilla; y fue a la Macarena, cuando el toro Bailaor mató a Joselito
el Gallo.
Algunas hermandades también visten a la Virgen de Hebrea durante la
Cuaresma; entonces el rostrillo no será de encajes ni el cinturón tendrá
bordado sino que este y aquel serán de una tela con rayas de vivos colores,
y también se le sustituye la corona por una diadema o por un aro con doce
estrellas.
Cuando se viste a la imagen, se cierra el templo o la capilla, y quedan
sólo el vestidor y la imagen. Algunos inician el trabajo con una oración, y
mientras dura éste, mantienen encendidos dos cirios junto a la Virgen.
Esta lógica reserva hace que sean muy pocas las personas que hayan visto y
sepan como se viste una Dolorosa.
También se realiza a puerta cerrada la colocación de la cera; ahora no será
por respeto, será para evitar distracciones.
La cera o candelería de un paso está compuesta por unas cien piezas.
Los candeleros se colocan formando dos grupos, dejando en el centro un
espacio libre, la calle, para que se vea bien la imagen y su saya.
Es lógico que los candeleros pequeños están en la primera fila y los
grandes, en la última; la última fila suele tener tres candeleros, o sea,
que muy cerca de la Virgen quedan tres cirios a cada lado. Estos suelen
medir un metro de alto y tener cinco centímetro de diámetro.
Los cirios de la primera fila miden veinticinco o treinta centímetros y su
diámetro suele ser de 25 milímetros.
Es muy frecuente que el total de las piezas se coloquen formando ocho
filas, de manera escalonada.
Cada paso tiene su forma o estilo de colocar los candeleros, aunque a
primera vista nos parezca que todos los pasos llevan la cera igual. Y para
colocar la cera se necesitan cinco o seis personas.
Primero, los cirios se colocan sobre el suelo, bien extendidos, por tamaños
y filas, quedando los más grandes los primeros, pues son los que antes se
colocan.
Con un pequeño hornillo de gas o eléctrico, y en un recipiente adecuado, se
derrite alguna cera de la que sobró del altar de cultos o del besamanos.
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Cuando está liquida, y con un cazo pequeño, se vierte un poco en el
cubillo del candelero, se coloca el cirio, y antes de que se solidifique la
cera y quede fijo, el cirio debe quedar completamente a plomo.
Para ello se necesitan cuatro personas: la que está encima del paso y
coloca el cirio, y tres más; una estar frente al paso y las otras dos una a
cada costado.
Estarán retiradas, para tener la tener la suficiente perspectiva y le irán
indicando al que está encima del paso hacia dónde tiene que echar el cirio
para que quede derecho.
Las indicaciones se hacen tomando como referencia un lugar concreto del
templo. Nadie dice "échalo para la izquierda", "para la
derecha"; será : "tira pá el púlpito", "pá el
reloj"... y así uno tras otro hasta colocarlos todos.
Los pasos de palio de los años cuarenta se diferenciaban de los actuales
por la candelería; tenían menos candeleros y los cirios eran más cortos. La
diferencia mayor estaba en las flores: En las primeras décadas de nuestro
siglo las jarras eran muy altas, sin repujar ni cincelar, recordaban
muchísimo a las ánforas romanas; y una misma jarra podía llevar margaritas,
calas, rosas, alhelíes... y no había mucha preocupación por la forma del
ramo no por el colorido del conjunto.
En los pasos de misterios, los lirios eran la flor más frecuente.
A finales de los años cuarenta las jarras tienen un cuerpo o perfil más
chato (con mucha panza y poco fuste), toda la superficie se repuja y
cincela con gallones, perlas, cartelas, el escudo de la Hermandad... y para
esto se toma como modelo una pieza antigua o se decoran a juego con los
respiraderos o con el basamento de los varales.
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Las flores se colocan cuidando que el ramo forme una bola o piña y todo
se hará con un solo tipo de flor: claveles, rosas, alhelíes... y se ha
llegado a tal punto de celo que ahora un tipo de flor o su color está
asociado con este paso o aquél.
Así, las orquídeas, las rosas, los claveles blancos, lleva las piñas hecha
con claveles blancos y alhelíes del mismo color.
Más recientemente se ha puesto de moda colocar en las esquinas del paso y
directamente sobre el tablero, grandes ramos de flores que cuelgan sobre
los respiraderos.
A San Fernando el primer Paso de Palio llegó en 1941 para cobijar a la
Virgen de las Lágrimas de la Hermandad de Las Columnas, en sustitución del
templete.
Tras lo visto, creo que la Virgen luce el Palio con todo honor y
merecimiento. Así cuando vemos una cofradía en la calle, primero
contemplamos el Paso de Cristo, sumido en una dulce penumbra, es la imagen
misma de la humillación y del dolor. Y tras él llega la Virgen María, Madre
de Dios y nuestra, en su Paso de Palio resplandeciente de luz, es reflejo
de esperanza y de la Resurrección.
En Andalucía la Pasión se celebra, podríamos decir, según Santa María.
Los cofrades lo consideran los padecimientos de nuestro Redentor a través
del corazón traspasado de la Corredentora. La expresión de las Dolorosas
dan la versión maternal y emocionada del misterio representado en el Paso
de Cristo.
Por tanto, cuando salgamos a la calle y veamos un Paso de Palio meditemos
sobre quién es la que nos sale al paso, lo que sacrificó, lo que padeció y
sufrió siempre en silencio. Y a los cofrades que trabajan por las cofradías
que cuando se propongan sacar un Paso de Palio a la calle que se esfuercen
al máximo y lo hagan de manera digna y decorosa, ya que Ella se merece todo
eso y más.
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